La voz en el desierto
Los romanos tenían la costumbre que cuando un general entraba triunfalmente en Roma tras alguna conquista, lo hacía acompañado de un esclavo que sujetaba la corona de laurel sobre su cabeza mientras susurraba al oído: “Memento mori”. Lo que viene a decir: “Recuerda que eres mortal” o “Recuerda que vas a morir”. Lo hacían por la facilidad con que las personas al ser reverenciadas y aclamadas como a un dios, a un héroe, a un salvador de la patria, acabaran creyéndose ser dioses o de la categoría de dioses y con ello actuar con despotismo y condescendencia como tales. Algo similar debería ser aplicado en las asambleas. Supongo que mi exposición acto seguido pueda resultar subjetiva. Es el resultado de la experiencia y la observación, que a lo mejor difiere de una persona a otra. Al principio, cuando se constituye una asamblea, todo es buena voluntad y participación, se escuchan las propuestas, hay libertad de intervención. Es la fase propositiva. Sin embargo, esta variedad de propuesta