Determinado

 

A veces me pregunto si existe el destino. Si nos encontramos predeterminados, si nuestro futuro ya está escrito. En la Edad Media y Moderna especulaban sobre el libre albedrío. Entonces no puede haber destino porque tenemos potestad para tomar nuestras propias decisiones. La versión contemporánea de esta idea es la teoría de los universos paralelos. A cada decisión nuestra el universo se bifurca entre el número de opciones que son posibles, de tal modo que acto seguido de una elección existe una realidad donde hemos dicho “sí” y otra en la que hemos contestado “no”.

Ahora bien, la contrapartida de esta tesis es que no hay tal bifurcación. Mejor dicho, no existe tal posibilidad de decir sí o no. Sino que de antemano el resultado de una elección, por mucho que creamos que somos libres para decidir, está determinado. Por ejemplo, si nos dan a elegir entre ir por la derecha o por la izquierda en un cruce de caminos, no se trata de una cuestión de azar o de voluntad, sino que por una serie de condicionantes previos escogemos preferentemente una dirección en particular. 

El biólogo y pensador Richard Dawkins tiene mucho que decir al respecto (El gen egoísta, 1976) al hablar de los genes o de los memes. Los genes son la unidad de información genética mínima que se mantiene inalterable cuando los sujetos evolucionan. Los genes, heredados de nuestros ancestros, si nos atenemos a lo señalado por Dawkins, determinan nuestro comportamiento puesto que componen el rango de habilidades fisiológicas que nos permiten interactuar con el medio. Según la selección natural hay genes más beneficiosos que otros si nos aseguran la supervivencia, o al menos su perpetuación en la progenie. 

Los memes, de una manera análoga a los genes, son la unidad de información cultural mínima capaz de mantenerse inalterable cuando se transmite. Como la melodía de una canción, una frase o eslogan, una imagen, una manera de actuar… Los memes no se heredan, se absorben del entorno, los acogemos de otras personas o situaciones con las que convivimos. Al absorberlos determinan nuestro comportamiento, nos indican cómo es preferible actuar. Hay memes más beneficiosos que otros si nos conducen a un buen resultado tal que otras personas se vean impulsadas a imitar de nosotros dichos memes.

Según Dawkins el ser humano está condicionado por los genes que ha heredado, y por los memes que ha absorbido. De tal manera que se podría pensar que no es cierto que optemos por tal o cual camino, sino que estos elementos nos predeterminan de antemano a tomar una de las opciones. 

Sin embargo, a mi entender la formulación de Dawkins es incompleta. Todo campa alrededor de fragmentos de información preconcebidos que se heredan o se imitan. Resulta muy reduccionista. Frente a ello opongo lo que voy a denominar como ítems. Son fragmentos de información surgidos a raíz de connotaciones que la mente humana aplica sobre determinados hechos. Por ejemplo, una persona que teme a los perros no como algo cultural sino por consecuencia de un hecho personal que le marcó. O alguien a quien le gusta tal estilo de música por una reminiscencia de la infancia. Los ítems ya no son fragmentos de información cultural que se transmiten de una persona a otra, sino connotaciones dentro de la misma persona que se transfieren y se aplican de una situación a otra. Como alguien que no se acerca a los perros porque en el pasado uno le mordió, o incluso ya no a los perros sino a cualquier animal con dientes. Como vemos en los ítems se refleja la componente emocional. El estado anímico influye en cómo se actúa ante los estímulos del entorno. Los ítems, como connotaciones, o emociones proyectadas sobre determinados objetos y situaciones, influyen más en nuestro futuro comportamiento que los genes o los memes, puesto que nos impulsan a reaccionar de una manera diferente a como obligaría nuestra genética, o en determinadas circunstancias impiden, limitan o favorecen, la absorción de un meme. 

A priori, gracias a los ítems, nuestro comportamiento no devendría tan determinado como si solo pensáramos en términos de genes o memes. Hay algo en nuestro interior, una componente emocional y connotativa, que modifica nuestra manera de reaccionar ante las circunstancias. 

Sin embargo, sucede todo lo contrario. La posibilidad de estar determinado es mayor. Planteo la hipótesis del estado mental precedente. En el momento previo a tomar una decisión hay una serie de estados de ánimo anteriores que venimos arrastrando que nos predeterminan para tomar una opción en concreto, y no otra distinta. Aunque nos preguntemos por cual vía continuar, la duda es más bien el producto de un remordimiento pasajero porque podríamos hacer las cosas de otra manera, pero realmente el estado mental precedente nos conduce a un camino en concreto.

Ahora podríamos argumentar al estilo de la metafísica de Aristóteles, acerca de que hay un hecho primero en el origen de los tiempos, que Tomás de Aquino reconocía en Dios, capaz de poner en marcha el motor de la causa-efecto. Su paralelismo en la persona, sería que en esta, en el origen de su vida, tiene lugar una connotación primera que acciona el comportamiento como un proceso de creación de connotaciones, cada una como consecuencia directa de lo que ha ocurrido previamente. Entonces la persona en sí no es que esté predestinada, pero sí que su vida quedaría absolutamente condicionada por ese hecho primero que colocó la primera piedra. 

Quizás podríamos ver una salvedad a esta manera de razonar en los hechos aleatorios que nos ocurren, como las tiradas de dados o la lotería; o las circunstancias inesperadas que nos suceden a diario, que imprimen cambios en nuestra vida. Podríamos tener la esperanza de que gracias a esos sucesos aleatorios que nos asaltan, nuestro destino no está predeterminado, sino que es producto del azar. Ahora bien, esto no quita que a la hora de reaccionar ante esas circunstancias imprevistas, nuestra manera de hacerlo esté supeditada por el estado mental precedente, y las nuevas connotaciones surgidas del proceso esté relacionadas con ese estado y, remitiéndonos al origen de nuestra vida, a la connotación primera. De tal modo que, de aceptar la hipótesis del estado mental precedente, como conjunto de estados de ánimo que se arrastran y que influyen sobre nuestras reacciones, la conclusión sería que el ser humano no es capaz de modificar su destino por sí mismo, sino únicamente a través de las circunstancias aleatorias y externas que le suceden de continuo.

A este respecto hace poco leí de manera resumida un artículo sobre cierto investigador en Estados Unidos que piensa que el ser humano está determinado. Esto no es novedad, ya lo hemos explicado. Pero sí es novedad el hecho de concebir que nos encontramos tan condicionados por nuestra biología, nuestros prejuicios y la presión de lo que nos rodea, que en verdad no somos responsables de nuestros actos. Ya no es solo determinismo, sino absoluto conductismo. La persona se reconoce tan dependiente del entorno que sus actos son consecuencia de esas coyunturas más que de su propia capacidad de elección.

Debería haber conservado el artículo, porque no recuerdo el nombre de este autor. Aunque me puedo imaginar de qué entorno proviene. Suena a extremismo. Uno de esos tantos que en la teoría de la posverdad estadounidense se mueven. Que si derechos animales, si derechos naturales, que si la construcción del género, y del sexo… Suena a tipo extremista que niega que tenga que haber cárceles porque la persona en verdad NO es responsable de sus actos.

Y, ¿qué decir al respecto? Que, tal como he planteado el argumento, esa es la conclusión a la que se llega. El ser se muestra inane ante las circunstancias que lo arrastran tal cual una hoja al viento, y por tanto no se le puede responsabilizar de su actos. 

Pero debe haber algo, que ya no discutiré o trataré en esta entrada, pero sí en futuros comentarios por mi parte, que demuestre que esto no puede ser así, que alguna capacidad de decisión albergamos sobre los acontecimientos, tal que el libre albedrío sea posible, aunque sea de manera mínima, con una capacidad de alterar de manera voluntaria el trasunto de nuestra existencia. 

Claro que todo esto no son más que especulaciones. 

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